Asociación Freytter Elkartea
 

Las Guazábaras

y el Imperio Español en Colombia

El pequeño escrito que Ud., amable lector o lectora, tiene en sus manos o ante sus ojos, es el resultado de una serie de cavilaciones que me han asaltado desde mis primeros estudios de Antropología en la Universidad Nacional de Colombia, en su sede en Bogotá, y de los iniciales contactos con la etnohistoria colombiana, en aquellas inolvidables clases dictadas por la Maestra doña Blanquita Ochoa de Molina, esposa del gran intelectual Gerardo Molina. Tales preocupaciones siguieron siendo parte de las reflexiones que he desarrollado en estos veintitrés años de exiliado forzado en Europa, situación causada por mi participación en una comisión oficial de paz durante el denominado Proceso de Paz del Caguán en el 2001 que tuvo como partes principales al Gobierno presidido por Andrés Pastrana Arango (periodo 1998-2002) y a la guerrilla de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo (FARC-EP).

Pasión por la paz que me ha llevado a buscar en lo más profundo de la historia colombiana una razón totalmente desconocida, o hasta ahora tal vez no contextualizada completamente, de una de las posibles causas sumergida en un inconsciente colectivo todavía no hecho consciente o sacado a la superficie publica, que pudiera explicar la persistencia del tan prolongado e invencible conflicto interno.

Tratar de encontrar parte del sustrato social e ideológico, tan inexplicable como hundido, en la terrible historia colombiana y que lo hace invencible. Su brutalidad, crueldad y sadismo, sus batallas bipartidistas de montoneras a machete del siglo XIX, continuada en la espantosa guerra de cuadrillas bipartidistas en la primera mitad del siglo XX. Luego la guerra de guerrillas revolucionarias o de resistencia, la diversidad de ellas, en un continente donde actualmente ya la mayoría de estas organizaciones armadas ya no existen o son historia. Asimismo, acerca de las cuadrillas paramilitares con las que el Estado colombiano ha pretendido enfrentar y derrotar a aquellas, vaciándoles de su apoyo social —quitarles el agua a los peces, la consigna alegórica contrainsurgente impuesta desde una potencia exterior al ejército oficial— en unas montañas donde ya no queda ni agua ni peces y el rojo de la sangre se confunde con el marrón del lodo y el cristalino de las lágrimas.

Todas estas cavilaciones son las que me ha llevado a tratar de explicármelo en este escrito y de compartirlo con Ud., hasta llegar al último párrafo de este texto que, anticipo desde ahora, parte sembrando la pregunta profunda e inquietante que subyace en nuestra memoria atormentada:

¿Qué tanta relación profunda tiene esta guerra de cuadrillas de Ojeda, Balboa, Pedrarias Pizarro, Bastidas, Jiménez de Quesada, Heredia, Belalcázar, el mariscal Robledo y de tantos otros, ocurrida en la primera mitad del siglo XVI; con los conflictos armados de cuadrillas, matazones campales y guerras civiles bipartidistas del siglo XIX y primera mitad del siglo XX, y luego a partir de 1964, masacres, exterminios políticos y sociales, y demás atrocidades contrainsurgentes y narco paramilitares imposibles de narrar aquí, que han asolado a los colombianos desde la conquista castellana a finales del siglo XV y principios del siglo XVI hasta la actual tercera década del siglo XXI?

Así queda planteada la interrogante principal de nuestro objeto de investigación.

El libro, además de esta Introducción, consta de los siguientes capítulos: los inicios de la conquista española en Colombia; la Colombia de los conquistadores; Santa Marta primera cabeza de playa de la invasión; Cartagena segunda cabeza de playa de la invasión; la invasión desde el sur; y el tesoro americano. Para finalizar, unos párrafos que pueden servir a manera de conclusiones; y un listado bibliográfico de algunas de las obras citadas y/o consultadas y de las fuentes documentales.

Pero, antes de pasar al segundo capítulo, considero preciso efectuar una anotación acerca del título del presente libro: Las guazábaras y el Imperio español en Colombia.

Me refiero a la utilización de la palabra del idioma indígena taino (perteneciente al grupo de lenguas arahuacas o arawak): guazábara.

También se escribe aguazávara, guacavara, guaçavara, guaczávara, guasábana, guasábara, guazabara, guázabara, guazabarra, guazzáguara y guazavara.

Siguiendo el Tesoro de los diccionarios históricos de la lengua española (2021, Real Academia Española, https://www.rae.es/tdhle/guazábara), que incluye el repertorio Diccionario histórico del español de Venezuela (elaborado por Francisco Javier Pérez, Caracas, Funda- ción Empresas Polar, vol. I, 2012, p. 433), se trata de:

“f. Voz de origen taino. Las fuentes antiguas coinciden en señalar que designaba genéricamente toda pelea, batalla o guerra sostenidas entre indígenas y conquistadores o entre indígenas en pugna. En la medida en que se profundiza el régimen colonial y las culturas indígenas se asimilan como sustratos, la voz comienza a perder fuerza en el uso y pervive sólo en el léxico conservado en obrasde literatura, de historia o de lingüística. Sin embargo, durante el siglo XIX se documenta su uso en la denominación de una especie de tuna provista de espinas o de pelillos espinosos, en una clara conservación semántica del nombre antiguo por vía simbólica. Este último uso, activo en las regiones noroccidentales del país, específicamente en los estados Zulia y Falcón, apuntado por Luzardo [1966] resulta una interesante forma de desarrollo moderno para una voz en desuso como ésta, en donde la creación léxica readapta a una realidad nueva el sema central de la vieja voz”.

Igualmente, en el Diccionario de americanismos (2010, Asociación de Academias de la Lengua Española) el termino guasábara o guazábara se identifica con conflicto, enfrentamiento, motín, tumulto y gritería, además de dar nombre a una planta y un árbol (https://www. asale.org/damer/guasábara).

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Por Alberto Pinzón Sánchez, Berlín, marzo de 2024.