Asociación Freytter Elkartea
 

Un nuevo contexto para el libro sobre el exilio político colombiano.

Por Alberto Pinzón Sánchez

Hace ya algunos años, cuando conocí el primer borrador del libro que hoy pone a disposición de sus lectores la Asociación Jorge Freytter, titulado: “El exilio político colombiano. Causas históricas, participación política y reparación efectiva en el post-Acuerdo”, escrito por Daniela Sisa Rodríguez, Jorge Freytter Florián, Héctor García Barranco. Bilbao, diciembre de 2.023. que se puede leer en el siguiente enlace https://freytter.eus/article/247 .
 
Escribí la siguiente impresión, que hoy vuelvo a ratificar completamente: “Es un estudio muy bien concebido, bien redactado y con un contenido esclarecedor que enriquece a quien lo lea, la concepción que tenga sobre sobre el exilio, sus causas, su proceso histórico. Además, dar una serie de recomendaciones bien importantes para su mitigación, que, si se cumplen por parte del Estado colombiano, podrán ayudar a la solución de tan doloroso problema. Felicitación por tan importante escrito y les deseo éxito en su presentación ante las instancias que sean. Con el deseo de que sea atendido, les envío a los autores un saludo solidario” Pág. 20 Op cit)
 
Sin embargo, y como lo mismos autores lo reconocen, es un estudio realizado un año después de firmado el Acuerdo de la Habana 2.016, para el período que se dio en llamar “postconflicto colombiano”, en el cual todavía predominaba la esperanza popular de fuera considerado en su magnitud y como tal implementado en todas sus letras. No se tenía todavía clara la perfidia estatal que lo iría a considerar un “maldito papel que hay que volver añicos”, y a pesar de que el momento analizado, la foto, hoy ha sido superada por la diacronía y el movimiento eterno de la sociedad, las hipótesis confirmadas y los resultados de dicho estudio no han envejecido, siguen siendo válidos y están a la espera de que sus recomendaciones se ejecuten y se pongan en práctica, si no para su solución, para la mitigación de tan doloroso y grande problema.
 
Pero, a enero de 2. 024 el contexto es diferente. Bastante diferente, Y es pues urgente y necesario hacer algunas precisiones generales que inciden en el persistente conflicto interno colombiano y en una de sus tantas consecuencias como es el doloroso problema del exilio político colombiano. Que me tomo la libertad de proponer para su consideración.  
 
A fin de cuentas, y a pesar del deterioro socio económico reconocido incluso por las cifras del DANE, la situación en Colombia no es todavía extremadamente grave o urgente. La propuesta hechas por el gobierno del Pacto Histórico de reformas sociales y económicas, así como la esperanza de obtener una “paz completa” con las principales organizaciones insurgentes que persistieron después del Acuerdo de la Habana /2016 (importante referencia del libro en comento) y, con los grupos narco paramilitares de última generación; por lo pronto, han estancado o detenido la continuación del estallido social de los años pasados, sobre cuya oleada socio política se dio la elección del actual presidente Gustavo Petro.
 
 Las pocas causas del conflicto reconocidas por el Acuerdo de la Habana/ 2.016, han sido prácticamente derogadas por la perfidia del Estado, pues lo implementado hasta hoy de lo pactado, 7 años después de su firma, es irrisorio. Además:
 
1-El narco paramilitarismo de Estado NO se ha desmotado y sigue campante su actividad deletérea dejando en su marcha un reguero de ajusticiados, gota a gota, para los informes periódicos de las ONG especializadas en Derechos Humanos que informan al convulso Mundo.
 
2- Si bien la mención al “enemigo interno” ha desaparecido, o ha sido escondida prudentemente del llamado “lenguaje correcto”, obviamente oficial y, al caballito de palo de la llamada teoría de la Seguridad Nacional, con la que las organizaciones insurgentes resistían el terror del Estado, se le han cortado las patas, por lo menos en los documentos y pronunciamientos oficiales, la doctrina guía del bloque que continúa en el Poder del Estado, la contrainsurgencia, a pesar de las discrepancia en las alturas, NO ha sido modificada en la ideología dominante, para no hablar de  su sustitución.
 
 3-La Constitución neoliberal de 1991, que ha cubierto con impunidad tales fenómenos sigue más vigorosa que nunca, blindada con remienditos de ocasión, sin perspectiva de una modificación estructural seria, que dé cuenta de un nuevo equilibrio entre las nuevas fuerzas sociales en lucha generadas por el actual el desarrollo de la sociedad, hechas visibles en la potente movilización social y el Proceso Constituyente en curso.        
 
4- El temido partido político en que se iban a convertir las “cuadrillas insurgentes” después de su desmovilización pactada en el Acuerdo del 2.016, ahora son una ONG oficial cuyo objetivo es suplicar postrados por la implementación, gota a gota, de tal pacto.
 
 5- Los principales efectos de la guerra chiquita colombiana, como la mentira oficial y el encubrimiento, la impunidad total, la falta de verdad para con los millones de muertos masacrados, desaparecidos en hornos crematorios, en ríos, y en miles de fosas comunes. Así como la corrupción y el deterioro moral de la sociedad producidos por los narco-multimillonarios traficantes oficiales de armas, han sido convertidos en causas.
 
Pareciera que los rebeldes resistentes de la sociedad colombiana y los insumisos, ya NO luchan por eliminar las causas estructurales del conflicto (olvidadas), si no por eliminar de la sociedad sus efectos: a) Que se acabe la corrupción. b) que se apliquen las recomendaciones que una costosísima comisión (proclive) de la llamada verdad oficial, documentada en un extenso informe, de una parte, sólo una parte, de los millones y millones de casos de victimización, despojo, desplazamiento interno, desplazamiento externo o exilio, producidos por el largo y continuado conflicto interno colombiano, y por el Terror del Estado usado como arma para la derrota de la movilización social. Y, c) que la guerra chiquita en Colombia ya transnacionalizada completamente, y desde el ingreso del Estado colombiano (con sus 7 bases estadounidenses) como socio preferente de la OTAN, convertida en parte inseparable y por lo tanto en dependiente de la Guerra Grande Global, siga siendo un conflicto de veredas y circunscrito.
 
Obviando o desconociendo la onda explosiva de esta Gran Guerra que, en los comienzos del 2.024, enfrenta militarmente a lo largo y ancho del globo terráqueo, a la potencia capitalista emergente de Rusia en alianza con China, con las potencias imperialistas del sistema global de imperialismo neoliberal en Ucrania, en el Oriente medio (Irak, Siria, Yemen, el mar Rojo, Israel-Gaza-Palestina-Líbano),  centro de Asia (Irán, Afganistán) en el espacio post- soviético y en Taiwán; agudizado la gran crisis capitalista y civilizatoria, o multi-crisis como la llaman los sintetizadores del trino. Es decir que, el conflicto interno colombiano ya transnacionalizado, que motivó (o causó) tal decisión estatal de adherirse al bloque militar de la OTAN, ahora es consecuencia de acontecimientos globales que no son internos a la sociedad colombiana y están absolutamente por fuera de los pasillos y del control de la casa presidencial de Colombia, determinando la evolución y desarrollo generales.  
 
6- La tan cacareada “solución política” al conflicto interno colombiano, que desde hace 24 años escribíamos con mayúsculas, ahora es minúscula. Convertida o reemplazada definitivamente por una Solución Jurídica, esta sí en mayúsculas. Los guerrilleros que todavía siguen reclamando algún estatus político han sido despojados jurídicamente de él. Son narcotraficantes vinculados a rentas ilegales (no faltó el pretendido marxista que los catalogó con todas las letras de Burguesía Emergente), cuyo destino es negociar (ojo con el verbo) con la mata de la corrupción, la Fiscalía, su sometimiento a la Justicia ciega, para entrar a reforzar el capitalismo verde y humanitario, con un destino igual al de los clanes narco-paramilitares reciclados o modernizados.
 
7-En fin, que a pesar de las grandes expectativas generadas en la sociedad por la actual política gubernamental de la “paz total” del Pacto Histórico, no se necesita ser vidente para saber que la lucha de clases va a continuar este año 2.024 (quiérase o no) en la desigual, empobrecida, precarizada e injusta sociedad colombiana con todos sus efectos convertidos en causas, y la lucha por el control del aparato gubernamental del Estado colombiano, adquirirá niveles críticos de polarización.  
 
Así las cosas, no debe caber duda de que el exilio político colombiano seguirá siendo un factor esencial en la solución del conflicto interno colombiano (transnacionalizado) que deberá ser tenido en cuenta. 
 

Alberto Pinzón Sánchez