Por la defensa de la educación pública en el mundo
Conocí profundamente la educación pública desde el liderazgo que ejercí: primero, lógicamente en mi trasegar estudiantil, hasta la superior: universitaria, a donde uno llega a ampliar el espectro universal, donde el marco del conocimiento se hace ilimitado por la vastedad de la indagación; si, donde la investigación desborda los límites de la ignorancia, no la ignorancia cantinflesca, es la ignorancia dada a la dedicación de derrumbar la mitología que durante siglos nos inculcó el monarca, el emperador con el beneplácito de los religiosos, que han jugado un papel nefasto y criminal en el desarrollo de la humanidad. Ha logrado incluso esta comunicación escolástica a autoflagelarnos con sumo beneplácito a entendernos esclavos por la divina providencia, ante la cual no podemos revelarnos.
Copérnico, nos legó la insistencia científica, Descartes inculcó la nueva enseñanza en un mundo medieval; Don Cervantes, abrió el camino a la desobediencia insurreccional en su magistral obra; Darwin, nos destapó los ojos con la evolución y la selección natural; Heráclito, nos enrumbó el camino para desentrañar los fenómenos; Marx, lo hizo en las ciencias sociales y la economía. Etc, etc.
A esa Universidad es la que también le aplican las tesis absurdas e inmorales del equilibrio fiscal, muy enseñado aún en universidades, siguiendo las argucias teóricas de Samuelson y Friedman, y estos, de la escuela neoclásica (Marshal, Walras) promotores, ellos sí, del desequilibrio económico y la desigualdad social, mediante la desigual distribución de los bienes de producción, concentrados por sus subvencionadores, el gran capital monopolista para oponerse a la científica teoría del valor, con el propósito de derrumbar la evidente explotación del trabajo por el capital, lineamientos que comparten con sus primos hermanos, los keynesianos.
Las multitudinarias marchas en Argentina el día 2 de octubre de 2024 para rechazar el veto a la Ley de financiamiento Universitaria promovida por Milei, gendarme de la gran burguesía financiera argentina y mundial, merece nuestro más irrestricto apoyo en cualquier lugar del planeta donde nos encontremos, más, si vivimos en Latinoamérica, su lucha, es nuestra lucha. Y, no por defender a los universitarios actuales, es la defensa de la seguridad de la niñez a una educación que han pagado sus padres como aportantes del erario. Eso es el equilibrio fiscal para el neoliberalismo: robarse el dinero que el estado colecta mediante impuestos, para entregárselos a los fondos buitres; es parte de la plusvalía que por vía estatal se apropia la burguesía.
Igual, como rechazamos en Colombia en su momento la Ley 30 de 1992, que comenzó a viabilizar la privatización de la educación pública, regulando a la educación superior como un servicio público cultural inherente a la finalidad social del Estado. Todo nos indica, viendo con aplomo y perspicacia que nuestros gobernantes no son nuestros verdaderos gobernantes, cuando se trata de gobiernos de derecha claro está, con ellos en el poder nos gobierna en el caso latinoamericano: los Estados Unidos, a través del FMI y la banca.
La banca internacional, está entronizada en lo más mínimo e intrínseco de nuestra vida, nada escapa a su dominio y, tienen agentes, que fungen de ministros, magistrados, gobernadores y alcaldes, que a través del Estado tienen su junta administradora como dice Lenin. Su papel es entregar todo nuestro patrimonio y, la educación, que es un patrimonio irrenunciable, es un derecho que no les pertenece, es de propiedad de los pueblos.
Si bien es cierto que luchamos por asegurar el financiamiento de la educación pública, no menos cierto es, que esa lucha debe ir acompañada por la cientificidad de la educación y su carácter popular, en esa tarea estamos responsabilizados la izquierda revolucionaria; con el progresismo y la socialdemocracia se corre el riesgo de perder esa caracterización, por su acercamiento recurrente con la burguesía. ¿Acaso no tuvieron los maestros colombianos que movilizarse en el mes de junio de 2024 para echar atrás lo convenido en el congreso entre sectores del progresismo y la burguesía, cercenándole el status de derecho fundamental a la educación pública? Iremos unidos, irreversiblemente, hasta cierta parte del camino.
¡La educación es un derecho fundamental, nuestra solidaridad con los compañeros argentinos y, de todo el mundo, que defienden la educación laica, pública, científica y popular!
Alberto Palmarrosa Inciarte
Economista, Riohacha, Colombia.
Octubre, 3 de 2024